Ser el propio amigo
¿Uno puede ser amigo de uno mismo? Si así fuera, si la
respuesta fuera tan obvia como se piensa, entonces todos seríamos personas que
viven dignamente, es decir, respetándonos en lo más propio, en lo que nos identifica.
Y ese respeto no viene de otro, sino de nuestro propio respeto, es decir, nuestro
propio cuidado, nuestra propia coherencia, con aquello que nos identifica. Nuestro propio no ceder en aquello más íntimo,
más propio.
Sin embargo, no siempre es así. No siempre somos tan amigos
como quisiéramos.
¿Cuántas excusas usamos para ceder en aquello que más
queremos? ¿Por qué no llevamos esa vida que tanto deseamos?
Hay un amor al sufrimiento, una renuncia que ha calado muy
hondo, y no está clara en nuestra cultura. Vivimos al mínimo, al “vale la pena”.
Y solo si pena.
Ser fiel a uno mismo. Algunos lo llaman egoísmo, pero no lo
es. Es un amor propio, que es el único que permite, además, amar realmente a
alguien más. Caso contrario, si por no ser egoístas renunciamos a lo propio, lo
que queda no es amor, es una cadena muy extraña y poco clara de deudas que,
como toda deuda, se cobra. Renuncias y venganzas que se cobran. Cotidianas,
pequeñas, invisibles y por sobre todo, eternas y devastadoras. “Yo lo hice por vos”. La mentira más grande.
Uno puede elegir dar, pero lo hace por uno, y hay que hacerse cargo de eso.
Y así estamos llenos de pactos tácitos que no sabemos en que momento hicimos. Por eso se trata de ser fiel a uno mismo, a lo más propio. Ser fiel a pesar de uno mismo y sus grises excusas.
Y así estamos llenos de pactos tácitos que no sabemos en que momento hicimos. Por eso se trata de ser fiel a uno mismo, a lo más propio. Ser fiel a pesar de uno mismo y sus grises excusas.
Es difícil ser feliz, es lo más difícil, porque es una de
las pocas emociones sobre las que nadie te enseña que hacer con ella. Como si
fueras feliz y ya.
Te enseñan sobre los duelos, sobre los enojos, sobre la
tristeza, incluso a veces algo sobre el
miedo. Pero nadie te enseña como mantenerte en la felicidad.
Puede parecer un planteo de alguien muy enroscado (y seguro
que lo soy) pero; pensá esto: ¿por qué
entonces no hacemos lo que queremos, así sin más? ¿Qué te impide, que te separa
de lo soñado?
Hay miles de frases donde podemos notar como nos excusamos para no hacer lo que queremos. Porque mientras subimos la montaña, y hay trabajo y si es con sacrificio mejor, todo bien. Pero cuando llegamos a la cima, nos sacamos una foto y bajamos. No sabemos que más hacer en la cima, no sabemos como ser cima.
No sabemos hasta que aprendemos. Pero para aprender hay que
quedarse. Una vida con mucho desarrollo
interior es posible, pero no así sin más. Mucho menos con sufrimiento mediante.
Es posible, pero aprendiendo a desplegar cada buen encuentro al máximo, permitiéndose
estar así, que está bien, respetándose, cuidándose,
y cuando llega ese matón propio a molestar, a darnos miedo, sacarlo del camino.
Siempre volverá. Pero también siempre lo
podremos correr.
Disfrutar, festejar, crecer, crear… de eso se trata.
Comentarios