La que avanza

Dejé de antemano aquellos sitios en los que imaginé batallas perdidas.

Lo elegí, como si hubiera querido conservarme intacta quién sabe para que momento.
No me di cuenta como envolví los días en ámbar, donde lo nuevo se volvió añejo
y frágil, aún antes de nacer. 
La mirada envejeció por temor; y no comprendí que no hay manera de hacer tregua con el tiempo.

Fue un lustro en la estación, dejando partir trenes, hasta asumir que si había que perder algo, era mejor perder otras cosas,  porque algo de mi estaba marchando en cada tren. Estaba haciendo un viaje anclada al costado del camino.

La pretensión de permanecer intacto fragiliza y exilia a la belleza de la vida.
El riesgo siempre existe y si no está afuera entonces esta en la propia acción:
por evitarlo uno se aleja de lo deseado, y entonces lo que se evita no es la tristeza.
En ese riesgo está la posibilidad.
Se trata de dejarse sorprender por la experiencia, abrir la posibilidad y ver como acontece la belleza.

Perder algo es la única forma de poder tomar algo. Es necesario algo de vacío para poder tomar aire fresco, y moverse.
Nadie camina por la vida con las manos llenas (saturadas).

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