Los caminos de la vida
No tengo palabras para las emociones más fuertes. ¿Es que hay cosas que suceden en los márgenes
de lo decible? Laten, se sienten. A
veces es como caminar a oscuras, sabiendo que en la nada habitan miles de
cosas. Sin embargo, otras son tan bellas que encandilan. La mirada se deslumbra
y se pierde al principio entre tanta luz. Luego poco a poco empezamos a
disfrutar de esa claridad.
A veces con el tiempo, las emociones adquieren palabras. Al principio no siempre se puede comprender lo que implican ciertos
cambios; no se puede tener una cabal dimensión
de tal maremoto.
Se trata sólo de vivir.
Vivir esas bellezas con la consciencia de ser un cuerpo, lo que implica sentir
cada tacto, cada respiración, cada olor, cada color, pero por sobre todo cada
abrazo, sabiendo que no se controla nada. Pero lo que aprendes es que el cuerpo puede la alegría como puede el
dolor, y que ambos sucederán inevitablemente.
Sin embargo, no se pueden controlar,
solo hay que dejarse llevar. Pero en ese dejarse llevar vivimos,
y mientras vivimos… vivimos. Vivir con el cuerpo es estar plenamente, es ser
vida entre la vida, ser vida con la vida.
Vivir esa belleza con la emoción también, tan a flor de
piel. Animarse a ese caudal interno, de una honestidad brutal, que no nos deja
engañarnos con el camino.
Quizás con el tiempo alguna de estas emociones tan intensas,
tan fuertes, tan llenas de vida, adquieran alguna palabra. Me gustaría que así
fuera, para que supieras aunque sea un poquito de toda esta felicidad que me permitís
vivir.
Si no es así, supongo que mis abrazos siempre te lo harán
saber de todas maneras.
Comentarios