Pedro y el Guacamayo

Pedro vivía en Buenos Aires, y un día cumplió 11 años, en tiempos de dictadura. Su padre, que no estaba parando en casa, fue a visitarlo, pero entonces llegaron los militares a llevárselo. Esa fue la última vez en su vida que vio a su padre, y la última vez en su vida que festejó su cumpleaños.

Quedó muy enojado con su padre, por "hacer cosas que lo llevaron a desaparecer". Y de cierta manera quedo con miedo, con cierto saber de que la vida te puede arrancar lo que mas queres de forma inesperada, abrupta, cruel. Quedó con miedo a la muerte. Por eso se compró un Guacamayo. 
Dicen que estos pajaritos viven 100 años, o sea que con seguridad lo iba a sobrevivir. Al fin, tenía casi garantizado que un afecto no iba a morir antes que él.

Y lo cuido, y lo quiso mucho, pero mucho a este Guacamayo. 

Y un día, con Guacamayo y todo, se enamoró. Se enamoró de una ex compañera de la secundaria que vive en Chile, y se traslado de Buenos Aires hasta Santiago, para quedarse a vivir allí.

Buenos Aires se quedó con una parte de él. Con su Guacamayo y su no-cumpleaños.
Y no es casual, nada. No es casual que al Guacamayo,  eso que la vida no se puede llevar antes que a él, se lo cuide su madre.
Y no es casual, que al mismo tiempo, mientras se despide de su Guacamayo, decida volver a festejar su cumpleaños número 40, por primera vez desde sus 11 añitos, al otro lado del continente.


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