Agridulce

Moverse de lugar a veces duele, implica soltar ciertas esperanzas, enfrentar pequeñitas muertes, atravesar finales.
Los deseantes somos generadores de sentidos, de vida, tejemos sueños en los días, desafiamos certezas…pero a veces cuesta discernir entre lo que esta bueno cambiar y hay darle la vida, y entre lo que es mejor dejar pasar…
Una cosa es que se te vaya la vida en la utopía, y puede estar bueno, pero otra cosas es pedirle peras al olmo… no es lo mismo querer sacar la muerte de la vida, que querer ir contra todo y pese a todo.
Creo que últimamente me he cruzado con varios finales, finales antiguos que deseaban ser vistos internamente.

A veces le tenemos miedo a los finales. Le tenemos miedo a la tristeza.
Pero que ciertos deseos no se cumplan es parte de la vida… y de la tristeza siempre surge un cambio en nuestra vida, un movimiento, que puede ser muy beneficioso, que puede ser un punto de fuga, una surgente, una esperanza.

Hay que animarse a caminar descalzos, pisando todos los suelos a pleno, porque, soñando o cediendo, con alegría y tristezas, se construye vida, y eso no tiene precio.
No importa cuanto nos cobre el destino por las elecciones, pasado el dolor, uno se da cuenta de que TODO valió la pena.