Mamá
Es la primera vez que escribo en el blog desde que falleció mi mamá, hace un año y cuatro meses.
Cuando partió, sentí que todo era un juego entre qué conservar y qué soltar. Se suelta lo inevitable, pero esa es una realidad que va acomodándose en uno muy de a poco. De todas maneras al tiempo me di cuenta de que no se elige, simplemente va sucediendo que algunas cosas perduran y otras no. Tengo al pensamiento un poco sobreestimado.
Una de las cosas que uno pierde cuando muere una madre, es ese abrazo de amor incondicional.
Sin embargo, siempre queda en uno el recuerdo de aquel abrazo, y por sobre todo, el saber que uno fue amado de esa manera.
Cuando falleció no tuve miedo, porque pensé que sabía vivir.
¿Qué es exactamente saber vivir? Hoy lo recuerdo y me río.
Siento que fui en ese momento una niña tratando de sostenerse en un terremoto, diciéndose a sí misma que aún queda algo del hogar.
Y quizás sea así, porque un hogar no es una casa. No tengo ya la casa que me alojó en este mundo, pero llevo mi hogar en mí misma. Llevo su amor, su sabiduría. Y llevo mi propia forma de hacer casas, un poco heredada, un poco inventada.
Hoy pensaba en ciertas dificultades que tengo que resolver, que me tienen muy ansiosa, y recordé uno de sus poemas favoritos, de Omar Khayyan:
Cuando partió, sentí que todo era un juego entre qué conservar y qué soltar. Se suelta lo inevitable, pero esa es una realidad que va acomodándose en uno muy de a poco. De todas maneras al tiempo me di cuenta de que no se elige, simplemente va sucediendo que algunas cosas perduran y otras no. Tengo al pensamiento un poco sobreestimado.
Una de las cosas que uno pierde cuando muere una madre, es ese abrazo de amor incondicional.
Sin embargo, siempre queda en uno el recuerdo de aquel abrazo, y por sobre todo, el saber que uno fue amado de esa manera.
Cuando falleció no tuve miedo, porque pensé que sabía vivir.
¿Qué es exactamente saber vivir? Hoy lo recuerdo y me río.
Siento que fui en ese momento una niña tratando de sostenerse en un terremoto, diciéndose a sí misma que aún queda algo del hogar.
Y quizás sea así, porque un hogar no es una casa. No tengo ya la casa que me alojó en este mundo, pero llevo mi hogar en mí misma. Llevo su amor, su sabiduría. Y llevo mi propia forma de hacer casas, un poco heredada, un poco inventada.
Hoy pensaba en ciertas dificultades que tengo que resolver, que me tienen muy ansiosa, y recordé uno de sus poemas favoritos, de Omar Khayyan:
"Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana,
esfuérzate por ser feliz hoy.
Coge un cántaro de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe pensando
en que mañana quizás la luna te busque en vano."
Ella fue una belleza en este mundo, por eso en su partida pensé que este mundo era un poco menos bello entonces.
Sin embargo, hoy pienso que quizás sea un poco triste porque no está, pero no menos bello. Está la belleza de lo que fue, como recuerdo, como huella, pero están también las bellezas nacientes, las futuras, y las añejas que aún perduran.
Una de las hermosuras que me heredó, fue este mensaje de vivir el presente, que tan bien dicen esos versos. Me lo recuerdo frente a mis problemas de hoy. La poesía sirve también para que la voz de una madre perdure.
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