Las propias luces

Caminar, y encaminar en lo posible, el camino que no elegimos
pero al que damos forma más o menos querida. 

Elegimos las compañías, no siempre podemos decir quién sí, pero
sí con quién no. Y con esas compañías hacemos viaje. 

Nos contamos otros relatos también, y de adultos podemos sostener 
una historia propia sobre nuestra niñez y adolescencia. 
Podemos elegir que cuento contarnos.
No siempre con las verdades tan a mano, hay algunas que evidentemente, sólo nos las decimos dormidos. 
De alguna forma igual, nos hablamos, y algo hacemos con eso. 

Hacemos una vida, vibramos, somos una luz que brilla un instante entre los milenios de la existencia, 
pero ese instante es pleno de sentido, pleno de emoción. 
Este instante es todo lo que somos.
Instante que guarda posibilidades en su incertidumbre.
Un instante al que nosotros, simple, contradictorios, bellos y jodidos humanos, respondemos lo mejor que podemos.

Ahora que cuando me veo me abro las puertas y no me esquivo la intención, ahora que no me contrabandeo las luces, tal vez ahora sea más liviano el viaje, y mas cercano a mi mejor costado. 

No es que no haya disfrutado el camino andado, es que siempre supe que podía ser mucho mejor. 
No ausente de tristezas, pero sí pleno de luz, de bellezas en permanente construcción, de ganas que pueden mucho más de lo que han hecho. 

No vivir a medias. Vivir amigado con uno mismo, vivir sabiendo ser luz, a esto me refiero. 





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